Paraiso Global
Este es el proyecto más reciente y en el que estoy trabajando en la actualidad. Hace unos años visité la República Dominicana trabajando para un documental sobre una ONG. Allí encontré una realidad que dista mucho de la que promueve la publicidad turística. El Caribe, anunciado siempre como el paraiso ideal, se ha convertido en un lugar donde se pueden encontrar los mayores contrastes que produce la globalización actual. Contrastes que allí se dan concretamente debido a la industria turística.
Esta industria, como cualquier otra globalizada y multinacional, desplaza sus puntos de producción según sus intereses económicos, sin reparar en consecuencias medioambientales o condiciones laborales. Su única preocupación recae en conseguir bajos precios para su producto, con el fin de maximizar beneficios y competir en un mercado en el que todos hacen lo mismo. Así, cuando en un país se les imponen unas condiciones laborales determinadas o se exigen unas normas de respeto hacia el medioambiente que encarecen su producto, se desplazan a paises donde éstas no importan o con sistemas corruptos que hacen la vista gorda. Una doble escala moral de nuestra sociedad de consumo: no estamos dispuestos a permitir que nos destrozen nuestro entorno o a trabajar en condiciones inhumanas, pero si a pagar bajos precios por nuestras vacaciones mientras eso se haga en otro sitio.
En Paraiso Global vemos el contraste que existe entre un paisaje idealizado en la pintura naive local, el entorno de unos turistas que juegan a ser ricos durante diez días de vacaciones y la realidad social de los habitantes locales. Mientras los turistas disfrutan de un lujo basado en la explotación de unos recursos y mano de obra mal pagados, los haitianos recolectan la caña de azúcar a tan sólo tres kilómetros en unas condiciones de vida y trabajo que recuerdan las de las plantaciones de esclavos que creemos ya extinguidas. El punto donde ambos mundos se encuentran lo aportan las excursiones que se organizan para que los turistas visiten los poblados donde viven los haitianos. En estas visitas los turistas lanzan comida a los niños desde sus camiones como si de animales de feria se tratara, evitando al máximo el contacto directo. En el fondo lo que interesa no son los seres humanos sino la pobreza convertida en espectáculo.